Editorial: Premios Pulsar 2025 y la industria anti-musica chilena
En Chile, hacer música ya es un acto de resistencia. Los espacios de difusión son pocos, los recursos escasos, y las vitrinas para mostrar lo que suena fuera del circuito comercial son casi inexistentes. En ese contexto, los Premios Pulsar deberían ser un lugar de reconocimiento amplio y plural. Pero lo que ocurre este 2025 va en la dirección contraria.
Como cada año, la organización ha dividido la ceremonia en dos días. Pero este año ha decido relegar y no televisar importantes categorías completas — metal, jazz, electrónica, raíz, instrumental, música para audiovisuales — a un evento sin transmisión, sin cobertura y sin exposición pública. Esta no es solo una decisión logística: es un sesgo estructural sobre qué música merece ser vista y cuál no.
Y lo que no se ve, en esta industria, no existe.
Desde Mujeres del Blues comparto la molestia expresada por artistas, productores y medios musicales que, al igual que MDB, funcionan al borde, desde la autogestión y la convicción. Hoy hago esta editorial porque, aunque el blues ni siquiera es considerado como categoría en los Pulsar, las blueseras entendemos perfectamente lo que significa hacer música en Chile y ser invisibles.
No hablo de premios. Hablamos de compartir nuestra música y poder llegar al público. En un país donde la visibilidad es poder, lo que ocurre este año hiere a la música chilena en su diversidad, en su integridad y en su futuro.
El año pasado estuve en la Feria Pulsar y fue evidente: más que una feria para acercar la música al público, es una feria de músicos para músicos. Esa experiencia reflejó claramente que no existen solo dos categorías en la música chilena (A y B), sino un abecedario completo de géneros y propuestas que no son tomadas en cuenta por los grandes medios ni por los conglomerados culturales dominantes. Y ni siquiera hablemos de la brecha de género.
Personalmente, como periodista y gestora, busco espacios de profesionalización para artistas y pedí a la SCD una sesión para orientar a artistas en el proceso de afiliación a la SCD. La respuesta fue tajante: “las capacitaciones son solo para socios o en los lugares y fechas que nosotros decidimos”. Esa respuesta —que no reconoce el trabajo ni la realidad de los músicos fuera del sistema— me llevó a organizar un taller gratuito para guiar a blueseras en el proceso de afiliación. Porque nadie más lo iba a hacer de forma abierta y accesible.
Desde Mujeres del Blues hoy busco un cambio: que la música hecha fuera del circuito hegemónico no sea empujada a la sombra. Que se abran categorías, que se visibilice el trabajo de miles de músicas y músicos a lo largo de Chile. Que se entienda que la cultura no se construye solo desde el pop, lo radial o lo comercial. Que se faciliten los procesos, que se respete la música como un trabajo y que la música sea accesible.
Al igual que otros colegas, he creado espacios de difusión musical —todos autogestionados, autofinanciados—. Son muchas las barreras, no necesitamos otra más.
La industria no puede seguir ignorando el universo musical independiente chileno. No lo merecen los músicos, ni quienes trabajamos cada día por difundir esta música ni las personas que escuchan nuestra música. Los tiempos han cambiado: es hora de que la industria lo haga también.
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